"Amamos a aquel que responde a nuestra pregunta:
¿Quién soy yo?"
Entrevista a Jacques-Alain Miller.
Por
Hanna Waar
"Hijo
espiritual" de Jacques Lacan, Jacques-Alain Miller explora a su vez la
cuestión del amor que el padre del pensamiento psicoanalítico contemporáneo
evocaba en 1973 en uno de sus más famosos seminarios: "Aún", en El
Seminario, vol XX
(Seuil, "Essais", 1999).
Es el fundador de la Escuela de la Causa Freudiana.
Ultima obra aparecida: Le secret des dieux (Navarin
editores, 2005).
"Amamos a la persona que protege, o una imagen
narcisista de uno mismo".
"El amor se dirige a aquel que, pensamos, conoce
nuestra verdad y nos ayuda a encontrarla soportable",
Jacques-Alain Miller.
Mirada de un psicoanalista sobre esta cuestión fundamental.
-Hanna Waar: ¿El psicoanálisis enseña algo sobre el amor?
-Jacques-Alain Miller: Mucho, pues es una experiencia cuyo
resorte es el amor. Se trata de ese amor automático, y a menudo inconsciente,
que el analizante dirige al analista, y que se llama la transferencia. Es un
amor artificial, pero de la misma estofa que el amor verdadero. Saca a la luz
su mecánica: el amor se dirige a aquel que usted piensa que conoce vuestra
verdad verdadera. Pero el amor permite imaginar que esta verdad será amable,
agradable, mientras que de hecho es muy difícil de soportar.
-H.W.: ¿Entonces, qué es verdaderamente amar?
-J-A.M.: Amar verdaderamente a alguien es creer que
amándolo, se accederá a una verdad sobre sí mismo. Amamos a aquel o a aquella
que esconde la respuesta, o una respuesta a nuestra pregunta: "¿Quién soy
yo?"
-H.W.: ¿Por qué algunos saben amar y otros no?
-J-A.M.: Algunos saben provocar el amor en el otro, los
serial lovers, si puedo decirlo, hombres y mujeres. Saben qué botones apretar
para hacerse amar. Pero ellos no aman necesariamente, juegan más bien al gato y
al ratón con sus presas. Para amar, hay que confesar su falta, y reconocer que
se necesita al otro, que le falta. Aquellos que creen estar completos solos, o
quieren estarlo, no saben amar. Y a veces, lo constatan dolorosamente.
Manipulan, tiran de los hilos, pero no conocen del amor ni el riesgo ni las
delicias.
-H.W.: "Estar completo solo": sólo un hombre puede
creer eso…
-J-A.M.: ¡Bien dicho! Amar, decía Lacan es dar lo que no se
tiene. Lo que quiere decir: amar es reconocer su falta y darla al otro,
ubicarla en el otro. No es dar lo que se posee, bienes, regalos. Es dar algo
que no se posee, que va más allá de sí mismo. Para eso, hay que asumir su
falta, su "castración", como decía Freud. Y esto, es esencialmente
femenino. Sólo se ama verdaderamente a partir de una posición femenina. Amar
feminiza. Por eso el amor es siempre un poco cómico en un hombre. Pero si se
deja intimidar por el ridículo, es que en realidad, no está muy seguro de su
virilidad.
-H.W.: ¿Sería más difícil amar para los hombres?
-J-A.M.: ¡Oh sí! Incluso un hombre enamorado tiene retornos
de orgullo, lo asalta la agresividad contra el objeto de su amor, porque este
amor lo pone en una posición de incompletud, de dependencia. Por ello puede
desear a mujeres que no ama, para reencontrar la posición viril que él pone en
suspenso cuando ama. Freud llama a este principio la "degradación de la
vida amorosa" en el hombre: la escisión del amor y del deseo.
-H.W.: ¿Y en las mujeres?
-J-A.M.: Es menos habitual. En el caso más frecuente, hay
desdoblamiento del partenaire masculino. De un lado, está el amante que las
hace gozar y que desean, pero está también el hombre del amor, que está
feminizado, profundamente castrado. Sólo que no es la anatomía la que comanda:
hay mujeres que adoptan una posición masculina, incluso las hay cada vez más.
Un hombre para el amor, en la casa, y hombres para el goce, que se encuentran
en Internet, en la calle, o en el tren…
-H.W.: ¿Por qué cada vez más?
-J-A.M.: Los estereotipos socioculturales de la feminidad y
de la virilidad están en plena mutación. Los hombres son invitados a alojar sus
emociones, a amar, a feminizarse. Las mujeres conocen, por el contrario, un
cierto "empuje al hombre": en nombre de la igualdad jurídica, se ven
conducidas a repetir "yo también". Al mismo tiempo, los homosexuales
reivindican los derechos y los símbolos de los héteros, como el matrimonio y la
filiación. De allí que hay una gran inestabilidad de los roles, una fluidez
generalizada del teatro del amor, que contrasta con la fijeza de antaño. El
amor se vuelve "líquido", constata el sociólogo Zygmunt Bauman[1].
Cada uno es conducido a inventar su propio "estilo de vida", y a
asumir su modo de gozar y de amar. Los escenarios tradicionales caen en lento
desuso. La presión social para adecuarse a ello no ha desaparecido, pero es
baja.
-H.W.: "El amor siempre es recíproco", decía
Lacan. ¿Aún es verdadero en el contexto actual? ¿Qué significa eso?
-J-A.M.: Se repite esta frase sin comprenderla, o se la
comprende de través. No quiere decir que basta con amar a alguien para que él
lo ame. Eso sería absurdo. Quiere decir: "Si yo te amo, es que tú eres
amable. Soy yo quien ama, pero tú, tú también estas implicado, puesto que hay
en ti algo que hace que te ame. Es recíproco porque hay un ir y venir: el amor
que tengo por ti es el efecto de retorno de la causa de amor que tú eres para
mí. Por lo tanto, algo tú tienes que ver. Mi amor por ti no es sólo asunto mío,
sino también tuyo. Mi amor dice algo de ti que quizá tú mismo no
conozcas." Esto no asegura en absoluto que al amor de uno responderá el
amor del otro: cuando eso se produce siempre es del orden del milagro, no se
puede calcular por anticipado.
-H.W.: No se encuentra a su cada uno o a su cada una por
azar. ¿Por qué él? ¿Por qué ella?
-J-A.M.: Existe lo que Freud llama Liebsbedingung, la
condición de amor, la causa del deseo. Es un rasgo particular –o un conjunto de
rasgos- que tiene en cada uno una función determinante en la elección amorosa.
Esto escapa totalmente a las neurociencias, porque es propio de cada uno, tiene
que ver con la historia singular e íntima. Rasgos a veces ínfimos están en
juego. Freud, por ejemplo, había señalado como causa del deseo en uno de sus pacientes
¡un brillo de luz en la nariz de una mujer!
-H.W.: Nos es difícil creer en un amor fundado sobre esas
naderías.
-J-A.M.: La realidad del inconsciente supera a la ficción.
Usted no tiene idea de todo lo que se funda, en la vida humana, y especialmente
en el amor, en bagatelas, cabezas de alfiler, "divinos detalles". Es
verdad que es sobretodo en el macho que encontramos tales causas del deseo, que
son como fetiches cuya presencia es indispensable para desencadenar el proceso
amoroso. Particularidades nimias, que recuerdan al padre, la madre, el hermano,
la hermana, tal personaje de la infancia, juegan también su papel en la
elección amorosa de las mujeres. Pero la forma femenina del amor es más
erotómana que fetichista: quieren ser amadas, y el interés, el amor que se les
manifiesta, o que suponen en el otro, es a menudo una condición sine qua non
para desencadenar su amor, o al menos su consentimiento. El fenómeno está en la
base de la conquista masculina.
-H.W.: ¿Usted no le adjudica ningún papel a los fantasmas?
-J-A.M.: En las mujeres, sean concientes o inconscientes,
son determinantes para la posición de goce, más que para la elección amorosa. Y
es a la inversa para los hombres. Por ejemplo, ocurre que una mujer no pueda
obtener el goce – digamos el orgasmo – sino a condición de imaginarse a sí
misma durante el acto, siendo golpeada, violada, o siendo otra mujer, o incluso
estando en otra parte, ausente.
-H.W.: ¿Y el fantasma masculino?
-J-A.M.: Está muy en evidencia en el enamoramiento. El
ejemplo clásico, comentado por Lacan, está en la novela de Goethe[2], la súbita
pasión del joven Werther por Charlotte, en el momento en que la ve por primera
vez, alimentando a un grupo de niños que la rodea. Aquí es la cualidad maternal
de la mujer lo que desencadena el amor. Otro ejemplo, tomado de mi práctica, es
este: un jefe en la cincuentena recibe candidatas para un puesto de secretaria.
Una joven mujer de 20 años se presenta y le desencadena inmediatamente su
fuego. Se pregunta lo que le pasó, entra en análisis. Allí descubre el
desencadenante: encontró en ella rasgos que le evocaban lo que él mismo era a
los 20 años, cuando se presentó a su primera solicitud de trabajo. De algún
modo se enamoró de sí mismo.
-H.W.: ¡Se tiene la impresión de que somos marionetas!
-J-A.M.: No, entre tal hombre y tal mujer, nada está escrito
por anticipado, no hay brújula, no hay relación preestablecida. Su encuentro no
está programado como el del espermatozoide y el del óvulo; nada que ver tampoco
con los genes. Los hombres y las mujeres hablan, viven en un mundo de discurso,
es eso lo que es determinante. Las modalidades del amor son ultrasensibles a la
cultura ambiente. Cada civilización se distingue por el modo en que estructura
su relación entre los sexos. Ahora, ocurre que en Occidente, en nuestras
sociedades, a la vez liberales, mercantiles y jurídicas, lo
"múltiple" está en camino de destronar el "Uno". El modelo
ideal de "gran amor para toda la vida" cede poco a poco el terreno
ante el speed dating, el speed living y toda una profusión de escenarios
amorosos alternativos, sucesivos, incluso simultáneos.
-H.W.: ¿Y el amor en su duración?, ¿en la eternidad?
-J-A.M.: Balzac decía: "Toda pasión que no se crea
eterna es repugnante"[3]. ¿Pero el vínculo puede mantenerse toda la vida
en el registro de la pasión? Cuanto más un hombre se consagra a una sola mujer,
más ella tiende a tomar para él una significación maternal: tanto más sublime e
intocable cuanto más amada. Son los homosexuales casados lo que desarrollan
mejor este culto de la mujer: Aragon canta su amor por Elsa cuando muere, ¡buen
día a los muchachos! Y cuando una mujer se apega a un solo hombre, lo castra.
Por lo tanto, el camino es estrecho. El mejor destino del amor conyugal es la
amistad, decía en esencia Aristóteles.
-H.W.: El problema, es que los hombres dicen no comprender
lo que quieren las mujeres, y las mujeres, lo que los hombres esperan de ellas…
-J-A.M.: Sí. Lo que es una objeción a la solución
aristotélica es que el diálogo de un sexo con el otro es imposible, suspiraba
Lacan. Los enamorados están de hecho condenados a aprender indefinidamente la
lengua del otro, a tientas, buscando las claves, siempre revocables. El amor,
es un laberinto de malentendidos cuya salida no existe.
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Traducción:
Silvia Baudini
Entrevista:
Hanna Waar.
Para:
Psychologies Magazine, octubre 2008, n° 278.
Tomado de:
Consecuencias, Revista Digital de Psicoanálisis, Arte y
Pensamiento.
Edición #6 Junio 2011.
1- BAUMAN, Zygmunt:. Amor líquido. Acerca de la fragilidad
de los vínculos humanos.
2- GOETHE, Johann Wolfgang: Los sufrimientos del joven
Werther.
3- HONORATO de BALZAC: en La Comedia humana, volumen VI
"Estudios de las costumbres: escenas de la vida parisina".